
Ahora bien, ¿qué puede esperar el espectador de esta película? ¿Es fiel a las dos entregas anteriores? Sí y no, pues, como explica Plaza para la revista Fotogramas, la idea era mantener vivo su espíritu, pero al mismo tiempo hacer algo distinto. Lo consigue fundamentalmente de dos maneras:
• La más evidente es, por supuesto, la ruptura con el lenguaje tradicional de la franquicia. El metraje comienza imitando los clásicos vídeos domésticos, igual que siempre (e incluso de un modo más exagerado que nunca, con transiciones amateur al estilo Windows Movie Maker y otros detalles que prefiero descubra el espectador) y, al cabo de pocos minutos, da una vuelta de tuerca y se decanta por un estilo mucho más tradicional y cinematográfico que pasa a formato panorámico y juega con la iluminación y la posibilidad de utilizar trípode, steadycam, dolly, etc.
• La segunda, no por ello menos importante, es el tono que se le ha dado al guión. Firmado por Luiso Berdejo y por el propio director, se acerca mucho más a la comedia de serie B que al género de terror. Sin llegar al nivel de violencia propio del gore, encuentra en la sangre y en las situaciones absurdas un elemento humorístico al que recurre sin tapujos, siempre respaldado por el ingenio de algunos diálogos y sus divertidos guiños al género.
¿El resultado? Una ruptura con respecto al resto de la saga que, pese a los riesgos que conlleva, no sólo consigue salir a flote, sino que logra sorprendernos y divertirnos a partes iguales. Sí, desde luego que no es una obra de arte, pero... ¿acaso alguien lo pretendía? Lo mejor de [•REC]³ es, de hecho, su absoluta desvergüenza, ese espíritu juguetón que nos brinda una experiencia que se percibe como una fiesta ininterrumpida, un constante deseo de provocar la carcajada y superar el sinsentido de la escena anterior, una lucha por mantener el ritmo que, pese a su dificultad, no decepciona.
Mención aparte merece Leticia Dolera, una heroína histriónica y desesperada a la altura de las circunstancias, una mujer dispuesta a despuntar en una aventura que conjuga a la perfección el asco, el miedo y la ñoñería.
¿Lo peor? No profundiza en la Niña Medeiros, no cuenta nada nuevo, pero... visto lo visto, ¿a quién le importa?
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